Hay veces en las que los sentimientos negativos suponen un aviso sano y apropiado. Es necesario escucharlos, como a cualquier sentimiento que pueda surgir. Sólo se puede cambiar lo que primero se acepta. Lo que se resiste, es lo que persiste. Lo que se niega y rechaza es lo que crece como la mala hierba en el campo del inconsciente.
Es más conveniente permitir surgir esos sentimientos, indagar su causa y expresarlos de una manera adecuada (solos o en compañía) y desde ahí dejarlos que se diluyan.
Estar dando saltos de alegría todo el día no es real, ni tampoco estar en control de todos y cada uno de nuestros sentimientos. Eso sería caer en la trampa del perfeccionismo. Es casi imposible ser racional y objetivo siempre. Todos tenemos nuestras debilidades, momentos bajos y dudas.
A veces pensar que somos alucinantes y tendremos éxito en todo lo que hacemos estimula nuestro ego, pero resulta asimismo una carga enorme tener que ser siempre fabuloso y perfecto, pues nos lleva a la soledad y es abrumador.
Cuando la Vida nos reta y nos hace tambalear, estas experiencias nos proporcionan la oportunidad de crecer, de ser más humildes y de comprender lo que verdaderamente significa ser humano.