Esta semana estuve, gracias a mi querido amigo Miguel Ángel, en un comedor social de la ONG Mensajeros de la Paz. Muchos de vosotros sabéis que soy una ferviente creyente en el valor del voluntariado, y eso me ha llevado a echar una pequeña mano en algunos lugares del mundo como en la India o Tanzania. No obstante, siempre he creído que no hace falta irse lejos para contribuir personalmente a un mundo mejor. Oportunidades hay muchas cerca, y a veces no se trata siquiera de hacerlo con las dos manos, sino enseñando, sanando con la palabra o con la escucha, inspirando al desarrollo de otros, abriendo el camino ajeno, ayudando a despertar, mostrando el camino hacia la plenitud…

En cualquier caso, es muy útil para el crecimiento interior trabajar la actitud de servicio a la humanidad. Después de haber compartido con estas personas necesitadas, la reflexión me llevó a pensar que hay una lección importante en el hecho de servir a los que menos tienen,  ponerles la comida, hacerles sentir cuidados y dignos, limpiar las mesas, barrer la estancia… De alguna forma te pone en contacto con otras realidades y te lleva a sentirte cerca de los menos afortunados. De forma real y directa percibes que tú eres ellos también, que no hay ninguna diferencia, que todos formamos parte de la misma familia humana. Y no es un concepto teórico hacia el que hemos de tender para poder evolucionar… ¡Lo sientes de verdad!

El camino hacia la evolución de la conciencia pasa necesariamente por la compasión y el servicio. Compasión hacia los que sufren y servicio hacia los hermanos menos avanzados y los necesitados. Son dos actitudes que hay que cultivar en un mundo repleto de competitividad, envidia, y odio. Por supuesto que nuestro impacto es pequeño si pensamos en todos los grandes problemas que asaltan al mundo en estos momentos, pero la pequeña contribución de cada uno es muy necesaria. Juntos podemos lograr grandes cosas. También necesitamos tu colaboración.

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