Centrar la mente es algo fundamental para descubrir quiénes somos y en quiénes nos queremos convertir. Sin una cierta disciplina mental y gestión de las propias emociones, siempre sentiremos que perdemos las batallas en las que nos hallamos sumidos, la mayor parte de las veces por pura casualidad. Es como tener 100 gallinas en un camión que no paran quietas. Al final hay cacareo y plumas por doquier, pues son incapaces de quedarse quietas. Si no somos capaces de asentar el revuelo que provocan las gallinas de nuestro pensamiento, nunca podremos ser dueños de nosotros mismos y de nuestro destino. Estaremos a merced de las gallinas alborotadas, y luego echaremos la culpa a los de fuera porque nos mueven el camión.

Cultivar una mente centrada se consigue con la meditación y con la observación. En lugar de ceder ante la más mínima provocación o estímulo, nos entrenamos para pararnos, sin responder de inmediato y elegir la clase de acción que deseamos llevar a cabo. Nos distanciamos de las circunstancias y de nuestra emoción más instintiva y aprendemos a convertirnos en observadores curiososde la vida y de nosotros mismos. Al hacerlo, la existencia se convierte en una película colorida interesante en lugar de una montaña rusa que nos arrastra sin remedio.

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