Como padres, tíos, profesores, cuidadores, abuelos, etc. tenemos que intentar apreciar a los niños más allá de sus comportamientos, valorar su esencia más allá de sus notas en el colegio, sus medidas o sus logros, para que puedan desarrollar una buena autoestima al margen de los exámenes y la educación estandarizada que reciben. Como diría el psicólogo Carl Rogers, tiene que percibir «una mirada incondicional positiva» de los adultos cercanos a él.

Un niño que saca malas notas porque no ha realizado el menor esfuerzo puede y debe ser reprendido. Un niño que hace daño a otro adrede, ha de ser castigado para poder percibir las consecuencias negativas de sus acciones. Aunque han de sentir el amor incondicional de los adultos importantes para ellos, no pueden confundirlo con que se les consienta llevar a cabo comportamientos reprobables, y han de saber que éstos no serán aceptados.

Pero conviene mencionar que la separación de la persona y su comportamiento también es extrapolable a los éxitos. Si los niños sienten que sus padres solo les quieren cuando se le dan las cosas bien y tienen éxitos, pronto aprenderán a temer el fracaso y la exploración. El amor pues NUNCA ha de ser condicional. Que el niño se sienta importante y válido al margen de sus resultados hará que se convierta en un adulto preparado para salvar los obstáculos con resiliencia.

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