Querer que haya paz en el mundo y desearlo de forma abstracta, esperando que los demás actúen –sobre todo los poderosos– para que paren las guerras no es suficiente. No señor, eso sería demasiado cómodo. Querer la paz en el mundo conlleva implicarse en ello de manera activa, no a través de manifestaciones mutitudinarias, sino convirtiéndose en una presencia de paz.
¿Qué es una presencia de paz?
Es dejar de lado para siempre los pensamientos envidiosos, los juicios y críticas sobre el comportamiento ajeno, los rencores, los odios y la rabia, buscar imponerse sobre los demás; es abandonar toda palabra malintencionada que siga estos pensamientos y siembre más maleficencia y agresividad en un mundo bien sobrado de ella.
Significa cultivar la armonía en ti mismo y a tu alrededor con cada frase y cada comportamiento; amarte y amar a otros a pesar de las debilidades; perdonarte y perdonar los errores; promover el entendimiento y la reconciliación a pesar de las diferencias; buscar los puntos comunes y no lo que nos separa; darnos cuenta de que somos una sola Humanidad.
No esperemos a que otros traigan paz a esta tierra, demos nosotros ejemplo hoy de cómo ser mensajeros de la Paz.