El otro día en una comida con unos amigos me preguntaban mi opinión sobre la situación de la sociedad. Para resumir en pocas palabras, hice alusión a la “sociedad líquida”, término acuñado por el sociólogo Zygmunt Bauman, que se refiere a cómo la modernidad es cada vez más individualista, y las personas terminan despreocupándose cada vez más del bien común y de establecer relaciones duraderas y profundas con los demás. Además, el Estado ha dejado de ser benefactor. En la actualidad, solo es un mediador entre los poderes fácticos y los individuos, ya que va cediendo sus facultades de decisión y de algún modo de defensor de los más débiles. También se refiere a una sociedad sin valores demasiado sólidos, en la que la incertidumbre por la vertiginosa rapidez de los cambios y los intereses egocéntricos ha debilitado los vínculos humanos. Lo que antes eran nexos duraderos ahora se han convertido en lazos provisionales y frágiles.

Lo cual da pie a las relaciones líquidas, sobre las cuales algunos de mis lectores también me han pedido mi visión.

Permitidme citar un fragmento de uno de los libros de Bauman: “Tal como señaló Ralph Waldo Emerson, cuando uno patina sobre hielo fino, la salvación es la velocidad. Cuando la calidad no nos da sostén, tendemos a buscar remedio en la cantidad. Si el «compromiso no tiene sentido» y las relaciones ya no son confiables y difícilmente duran, nos inclinamos a cambiar la pareja por las redes”.

Vivimos en el mundo de lo light, de lo superficial, de lo banal, de lo rápido, de la acumulación de placeres efímeros, y esto incluye el ámbito del amor. Se busca la novedad y la seducción, como si se tratara de otro objeto de consumo más. Se huye de todo lo que se parezca al compromiso (sobre todo los hombres), se sustituye el amor por el sexo, y se tapa la insatisfacción con la cantidad. Las relaciones de pareja se han fragilizado tanto que parecen de cristal. Hay cada vez menos ganas de construir juntos, de cultivar valores y visiones conjuntas, de invertir en un camino común y cuidar las relaciones para que crezcan y florezcan. Y eso tiene por supuesto consecuencias: soledad, vacío, falta de calidez vital, de afecto y apoyo, frialdad, indiferencia, insatisfacción permanente, alienación…

    1 Response to "La sociedad líquida y el amor líquido"

    • juan

      Muy buen artículo, sobre todo de mucha actualidad en nuestra sociedad occidental. El egoísmo ha llegado a sus límites superiores en casi la mayoría de estratos sociales, asociándose a la indiferencia, a la mentira y deshonestidad y sobre todo se está considerando como «valores modernos» aplicables a las hojas de vida en cargos con poder e influencia social.
      El bien común y su persecución ha quedado solo en la teoría o en los discursos electorales, sean de políticos o en las mesas de directorios empresariales o institucionales.
      Ya en lo personal, fluye esta tendencia en las personas que huyen de los compromisos con sus semejantes, buscan lo menos comprometedor, lo más placentero y atraídos por lo novedoso en todo campo de actuación.
      Creo debemos buscar un remedio a esta plaga social que se expande más rápido que el big bang y y con la individualidad de los fermiones.

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