En un mundo donde la autoestima parece ser la meta principal para sentirnos bien con nosotros mismos, muchas veces nos encontramos en una montaña rusa emocional. Un día estamos en la cima, sintiéndonos invencibles, y al siguiente nos derrumbamos porque algo no salió como esperábamos. Pero, ¿y si te dijera que hay una alternativa más estable y saludable? Una que no depende de logros externos ni de comparaciones con los demás: la autocompasión.
¿Qué es la autocompasión?
La autocompasión no es sentir lástima por uno mismo ni quedarse estancado en el dolor. Se trata de tratarnos con la misma bondad y comprensión que le ofreceríamos a un amigo querido cuando está pasando por un mal momento. Es reconocer que todos, sin excepción, tenemos días buenos y días malos, que todos cometemos errores, y que eso no nos hace menos valiosos.
A diferencia de la autoestima, que a menudo depende de cómo nos comparamos con los demás o de cuántos logros acumulamos, la autocompasión no necesita de esas cosas. No tienes que ser el mejor en nada para merecerla. Simplemente está ahí, como un abrazo interior que te recuerda que eres humano, que estás haciendo lo mejor que puedes con lo que tienes.
La autoestima puede ser inestable, como una montaña rusa que sube y baja dependiendo de tus éxitos o fracasos. En cambio, la autocompasión es como un río tranquilo: fluye constantemente, sin importar si estás en un momento de éxito o de fracaso. No te juzga, no te exige. Simplemente te acompaña, recordándote que no estás solo en esto, que todos pasamos por momentos difíciles y que está bien no ser perfecto.
Desarrollando la autocompasión
Desarrollar la autocompasión no significa que dejes de esforzarte por mejorar o que te conformes con menos. Al contrario, te da la seguridad emocional para ver tus defectos con claridad, sin miedo, porque sabes que no te defines por ellos. Te permite reconocer tus errores sin hundirte en la culpa, y aprender de ellos sin castigarte.
Imagina que estás hablando con alguien a quien amas profundamente. Si esa persona comete un error, ¿la criticarías sin piedad? ¿Le dirías que no es suficiente? Seguro que no. Le dirías que está bien, que todos nos equivocamos, y que lo importante es aprender y seguir adelante. ¿Por qué no tratarte a ti mismo con la misma bondad?
La autocompasión no es egoísmo, ni tampoco es debilidad. Es una fuerza interior que te permite enfrentar la vida con más equilibrio y menos miedo. Te ayuda a conectarte con los demás, porque te recuerda que todos estamos en el mismo barco, luchando contra nuestras propias batallas.
Practica la autocompasión
La próxima vez que te sientas abrumado, o que notes algo en ti que no te gusta, respira hondo y pregúntate: ¿qué le diría a alguien que quiero mucho si estuviera en mi lugar? Luego, date permiso para escuchar esas mismas palabras de consuelo. Porque tú también las mereces.
No se trata de ser perfecto, ni de ser mejor que nadie. Se trata de ser humano, de aceptar que la vida es un viaje lleno de altibajos, y que está bien no tener todas las respuestas. Se trata de tratarte con el mismo amor y respeto que mereces, simplemente porque existes. Y eso, querido, es algo que nadie puede quitarte.
Si quieres profundizar en este tema y aprender un ejercicio práctico para fortalecer tu autocompasión, te invito a ver el video «La Autocompasión como clave para transformar tu vida« en mi canal de YouTube. ¡No te lo pierdas y comienza tu camino hacia una relación más sana contigo mismo!