Hoy he cogido la mano de una niña de diez años y la he acompañado en su proceso de muerte, de despedida de este mundo, de desencarnar para volar más alto.  Pocas personas son jamás testigos de la muerte de un niño.  Es algo sagrado e intenso al mismo tiempo, porque se van con pocos lastres, porque no tienen miedo y porque se supone que los niños no deberían morir. Y sin embargo, sucede.

Tambien de algún modo nos negamos a aceptar la muerte de los adultos, la nuestra y la de nuestros allegados. Pensamos que es algo injusto, antinatural, indecente, casi inmoral. La muerte está mal vista en nuestra sociedad; intentamos esconderla para evitar enfrentarnos a ella.

Cuando corta la vida de alguien querido no nos queda más remedio que aceptarla intelectualmente, pero rara vez lo hacemos emocional y afectivamente. La gente no suele expresar su dolor y su pena en el entierro o en el funeral para mostrase fuerte, para no entristecer a los otros. No obstante, guardar las lágrimas dentro nos impide comenzar el duelo. Consumiremos nuestra energía al conservar el llanto en nuestro interior, creando efectos nocivos en el cuerpo y en diferentes aspectos de nuestra vida. Toda pérdida necesita un duelo, es un proceso sano que nos permite integrar los hechos y continuar nuestro camino. De no llevarlo a cabo, buena parte de nuestra energía la malgastaremos tratando de mantener reprimidos en nuestro inconsciente ese afecto que no se liberó.

    2 replies to "El duelo"

    • Ruben

      Hay que ir aceptando la muerte voluntariamente, porque o morimos voluntariamente o inevitablemente.
      Lo que si me gustaria-y esto es algo personal-es morir en plena consciencia.
      Puedes sentirte orgullosa de haber sujetado la mano de esa niña Monica…humildemente, yo, te lo agradezco.
      Un abrazo.

    • Montserrat S. S.

      Hoy al leer tu experiencia cogiendo la mano de la niña, mis ojos se han cristalizado y se han deslizado lágrimas por mis mejillas… poco a poco he ido superando la pérdida de seres queridos me sentía bloqueada e incapaz durante dos años de derramar una lágrima, aunque las ganas de llorar eran muchas.

      Hoy puedo llorar y cuando lo hago me siento luego bien. ( No se si mi experiencia puede ayudar )

      Ahora cuando les recuerdo es con cariño y valoró lo que han aportado o pude aportar a sus vidas con serenidad y paz.

      Admiro el gesto que has realizado. No te habrá sido fácil…. pero mucho el bien que has llevado a cabo.

      Un abrazo,

      Montse

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