La responsabilidad es tuya

Para estar en el tren de la Ascensión, uno tiene que tener el objetivo de querer experimentar, conocer y reconocer la experiencia de la Unidad, de la unión con todo lo que existe, de ser uno con su esencia.

Para ello, el camino consiste en estar dispuesto a abandonar el ego y realizar el camino desde el corazón, no desde la mente. Uno tiene que estar dispuesto a nadar en el misterio. Y tenemos que comprender que esto implica soltar el miedo a lo desconocido y a la dependencia psicológica de la seguridad. 

Significa abrazar lo que es, sin empeñarse en comprenderlo y demostrarlo todo con la mente y las herramientas analíticas, que obviamente tienen su lugar, pero no ayudan a atravesar la puerta de la transcendencia.

Se trata de sumergirse en un un fluir profundo, mezclado de desapego y grandes dosis de humildad.

El camino de regreso a la Fuente es complicado, largo y retador. Lleva muchísimo tiempo progresar y no dar pasos atrás, pues hay una gran resistencia inconsciente a la Verdad. El ego cuenta con numerosas artimañas para mantenernos distraídos y absorbidos por multitud de distracciones a nuestro alcance, y así dejarnos atados a los sistemas de creencias de la dualidad. La Verdad es la unidad de todos los seres, pero esa verdad siempre quedará oculta al ego.

La mayoría de los seres humanos no están preparados para la Verdad. Están a gusto en sus jaulas —pensando en cómo embellecerlas y agrandarlas y hacerlas más cómodas—, centrados en la supervivencia y en cómo conseguir que su vida funcione, olvidando que el final es siempre el mismo para todos. Es decir, dejar absolutamente todo lo alcanzado y generado detrás, incluyendo vivienda, posesiones, empresa, familia, creencias y el propio cuerpo. No se dan cuenta de que sería más sabio construir su vida sobre una base permanente más que sobre esa imitación barata de la vida que muestra el ego. Desde luego que este comportamiento es entendible, ya que es ésta es la propaganda que nos vende esta sociedad, pero no significa que sea la mejor vía.

Ya nos avisaba Platón: “Podemos perdonar a un niño que tiene miedo de la oscuridad. Pero la tragedia real de la vida es cuando los hombres se asustan de la luz”.

Por desgracia, en esas estamos. Como decía un amigo mío: “La verdad te hará libre, pero antes te cabreará”.

Es un ejemplo de gran humildad admitir que hemos sido programados por un sistema que sube al ego a un pedestal para poder dar órdenes sin rechistar. La liberación vienen de despedir al ego como consejero y como director de nuestra vida. No se trata de flagelarnos por habernos creído tantas mentiras, de tragarnos esta película de 3D que es la Matrix en la que estamos inmersos, sino de tomar consciencia de que nos hemos metido  hasta las cejas y hemos fabricado todo un sistema de creencias y pensamientos que tenemos que revisar y cuestionar si deseamos seguir progresando. De otro modo nos quedaremos anquilosados, desperdiciando la enorme oportunidad de evolución de esta encarnación.

Buda tuvo la experiencia de nacer en medio de la riqueza de un palacio para darse cuenta de que tener todas las posesiones y lujos inimaginables, y toda satisfacción sensorial no le llenaba. Tampoco le liberó hacerse asceta. Por eso llegó a la conclusion de que la solución se encuentra en el camino intermedio. Y la meditación fue una buena herramienta de equilibrio para él.

La meditación  —cuando se practica con asiduidad— ayuda a calmar y fortalecer la mente, de tal manera que pueda ser entrenada y gestionada a voluntad. 

Pero no nos equivoquemos, la meditación por si misma no va a iluminarnos. Solo disolver el ego y sus enredos podrá hacerlo. Y perseverar en ello, pues probablemente éste sea el rasgo fundamental para cualquiera en el camino espiritual, esa determinación por vivir desde el alma y fundirte con ella.

Sin olvidar el poder del perdón para poder soltar completamente el pasado. No significa no volvernos a acordar de hechos pasados, simplemente no nos revolverán más ni nos obsesionarán. Lo que ocurre al perdonar y soltar, es que cuando recuerdas algo que fue doloroso, carece de efecto negativo sobre ti. No te vuelve a hacer sufrir ni te entristece ni te obsesiona. No te encadena a situaciones o personas nunca más. No te desestabiliza ni te llena de rencor, odio ni pesadumbre.

El perdón lo limpia todo y te permite ver el pasado como un sueño que no tiene ninguna relevancia hoy, de tal manera que te puedes enfocar en el presente y crear un futuro diferente, si así lo deseas.

Y en lugar de vivir atrapado en la queja y en señalar los errores ajenos (o martirizarse por las debilidades propias), poder vivir con alegría y compasión.

Cuando lo perdonas todo, cuando haces la paces con todos y puedes aceptar de corazón todo aquello que te molesta y con lo que no estás de acuerdo incluso, las barreras que limitan tu mente se derriban y puedes adoptar esa visión de helicóptero que te permite observar el gran teatro de la vida sin dejarte arrastrar por sus dramas, sin identificarte con el papel que estás representando, y así empiezas a percibir el gran plan, el Plan Infinito.

Pero para ello es absolutamente necesario erradicar cualquier conflicto interno, toda batalla que aún estemos alimentando en la mente, todo rencor latente, toda confrontación con personas cercanas, con personas que ya ni siquiera están en nuestra vida o incluso con personalidades que vemos en la TV o en las redes sociales.

La demiurgia del ego solo pretende crear circunstancias cada vez más conflictivas y terribles para confirmar la necesidad de tener miedo. Sé consciente de cómo contribuyes a esa negatividad.

No todo el mundo está preparado para salir de la Matrix. No hay tanta gente lista para la Ascensión. La gran mayoría ni sabe lo que es el despertar espiritual ni tiene el menor interés en saberlo. Es lo que hay. 

Por lo tanto, no se trata de predicar en el desierto. Las semillas solo pueden germinar cuando el terreno es fértil. Nuestra labor no es convencer a nadie de nada. Como muchos sabéis, el maestro aparece cuando el alumno está preparado. Entonces, las sincronicidades se empiezan a producir de forma mágica y nos llega ese libro, ese video, esa persona que nos habla de eso que encestábamos escuchar para abrir la siguiente puerta, para subir un peldaño para el que ya estábamos preparados.

Algunos tenemos esa labor de enseñar y compartir más abiertamente, con el fin de que cuando las personas estén listas puedan tener acceso a la información y conocimiento que les ayudará en su camino interior. 

La Verdad no puede ya ser enterrada y escondida como ocurrió en épocas anteriores. Por mucho que se quiera silenciar la disidencia, la espiritualidad y acallar a aquellos que no son voceros del sistema, esto ya no es posible. Los poderes fácticos no pueden parar el despertar de mucha gente, que aunque minoría, ahora no puede ser controlada, eliminada, perseguida, o quemada en la hoguera como sucedía en tiempos anteriores. 

La Nueva Tierra está empezando a surgir, y la Luz empieza brillar con tanta fuerza que no hay oscuridad ni miedo que pueda parar lo que ya está en camino.

Pero recordemos que la responsabilidad es la de cada uno de nosotros, para observarnos, trabajar nuestro interior y cultivar nuestras virtudes. Nunca insistiré lo bastante en ello. 

¿Cómo saber lo que tenemos que trabajar? Pues una buena indicación es darnos cuenta de lo que nos irrita, nos produce rabia, lo que nos remueve o aquello que nos saca de las casillas y nos desequilibra. Eso nos señala que hay temas inconscientes que no están sanados ni colocados y están saliendo a la superficie.

Cualquier cosa que nos preocupe, nos asuste o nos quite la paz representa una bandera roja que nos debe alertar. En lugar de señalar fuera, buscar culpables de nuestro malestar y proyectar en otros nuestros temas no resueltos y nuestras sombras, tomemos consciencia y distancia, y percatémonos, que es el ego haciendo de las suyas.  Todo aquello que tenga un efecto negativo en nosotros es algo de lo que tenemos que ocuparnos dentro.

“Aprende a ir hacia adentro para encontrar paz. Es el camino más directo para experimentar plenitud”.

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