Nada está mal en el mundo.

Sabemos que esto puede ser difícil de aceptar, pero cada elemento de esta realidad, aunque parezca caótico, sirve a su propósito. Este mundo está diseñado para ser un lugar de dualidad y elección, ofreciéndonos una variedad constante de opciones.

Nos invitan a creer en diversas ideas y causas, pero la clave está en darnos cuenta de que todas son elecciones, ninguna es intrínsecamente buena o mala. Este proceso, aunque pegajoso, no es malo; es el juego de la dualidad.

Entender este mecanismo y por qué lleva al sufrimiento es crucial. Al identificar las elecciones que hacemos, dejamos de aferrarnos a la ilusión y empezamos a movernos hacia niveles superiores de conciencia.

No decimos que el mundo esté mal; cumple su propósito al ser un escenario atractivo para experimentar la dualidad. Nuestra tarea no es cambiar el mundo ni evitar que otros se sumerjan en la ilusión. Cada uno está aquí para sus propias experiencias.

Renunciemos al deseo de rescatar o ser rescatados.

 El verdadero rescate no sucede. El rescatador, aunque parece ayudar, también se alimenta de la necesidad de la víctima. La ayuda real es mostrar a otros cómo sanarse a sí mismos, reconociendo que son creadores de sus desafíos y también de su sanación.

La verdadera curación ocurre cuando la persona toma responsabilidad de su aflicción y decide sanarse. 

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