La mayoría de las veces creemos que ayudar a otros que se encuentran en una posición de víctima es lo más altruista que se puede hacer. Tenemos que revisar esta creencia limitante. Recordemos que es su prerrogativa el permanecer en un papel de víctima, si eso es lo que ellos eligen. ¿Quiénes somos nosotros para juzgarlos? Están viviendo una experiencia poderosa que obviamente necesitan en este momento. No sabemos qué es lo mejor para ellos, incluso si creemos que lo sabemos.

Incluso cuando nos piden ayuda, esto no significa que debamos apegarnos a la idea de que deben cambiar de una manera particular. Todo lo que podemos hacer en ese caso es ofrecerles nuestra ayuda, pero nunca obligarlos a seguir nuestro consejo. No podemos exigirles que hagan lo que esperamos que hagan, solo porque han comunicado que tienen una cierta necesidad.

La mayoría de las personas todavía están jugando el juego de la víctima de una manera u otra. La mayoría de las personas todavía necesitan pasar por los dramas para poder tener las experiencias para las que firmaron. Por lo tanto, incluso si piden nuestra ayuda, e incluso si expresan que quieren dejar de jugar a ser la víctima, en el fondo aún podrían desear continuar en ese enrevesado juego porque tienen cosas que seguir aprendiendo. 

No es en absoluto de nuestra incumbencia presionarlos para que cambien. En cambio, tomar una posición que sea amable, respetuosa y desapegada es crucial. Nuestro papel no es sermonear a otros con dogmas o instrucciones. Por el contrario, solo podemos ofrecer alternativas. Podemos mostrarles que no tienen porqué ser víctimas  ya que hay una versión mucho más expansiva de sí mismos de la que consideraban anteriormente. Y luego dejar la decisión de elegir lo que es correcto para ellos en función de su propia experiencia y perspectiva, en lugar de basarse en nuestra propia visión. Esta es la ayuda más elevada que realmente podemos dar.

Todo lo que podemos hacer es servir como ejemplos vivos de compasión y no como víctimas. Si esto inspira a otros a hacer lo mismo, depende de ellos.

Tener todo esto en cuenta puede ser muy liberador, viendo lo absurdo de la necesidad de rescatar a otros. De la misma manera que no queremos que los demás tomen decisiones por nosotros, que nos quiten nuestras oportunidades de aprendizaje o que nos digan qué hacer, ¿por qué le haríamos eso a los demás? Sólo debemos dar lo que deseamos para nosotros mismos. Sólo debemos dar a otro lo que estamos dispuestos a recibir nosotros mismos. Esto es clave en la transformación de nuestra conciencia. Este es el camino de un ser que está ascendiendo.

Hasta que cada ser esté listo para finalmente liberarse de toda la experiencia de víctima, todavía necesitarán perpetradores. Hasta que tomen esta decisión de manera poderosa y finalmente a nivel del alma, no podrán dejar atrás este juego y pasar a otro, tal vez más amable, un juego más amoroso. Hasta que cada uno de nosotros haya dominado tanto la oscuridad como la luz de nuestras propias almas, no nos convertiremos en nuestro propio maestro. Solo los maestros ascienden.

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